Vientos flojos y todos los trapos arriba. Para no cometer los mismos errores del pasado, vamos a acercarnos a las islas indias de Nicobar, donde la corriente es más suave pero donde está prohibido parar debido a su cultura gastronómica, todavía te pueden dar un buen mordisco.
Las corrientes marinas vuelven a hacerse presentes. Aunque nos son favorables y suman 2 nudos a nuestra velocidad, cuando se cruzan unas con otras levantan una ola espumosa y una zona de entre media y una milla de aguas revueltas, que hay que atravesar. Impresiona mucho ver cómo se retuerce el agua, una contra otra, creando una línea de espuma a lo largo de su choque. El suceso se repite varias veces y aprendemos a identificarlo un buen rato antes de adentrarnos en él. Todo calma bien entrados ya en el Índico.
El Índico Norte tiene fama de ser un mar fácilmente navegable (sobretodo comparado con el Índico Sur) siempre que uno se ciña a las fechas de los monzones que determinan la dirección de sus corrientes y vientos.
En general, buena travesía, toda a la vela menos las últimas dos jornadas de los nueve días que tardamos en navegar 1200 millas.
Estamos a menos de 200 millas de Sri Lanka. Por la aleta de estribor, muy lejos, aparece un barco. El humo negro de su tubo de escape lo delata.
Parece que viene hacia nosotros. Aceleramos. La cabeza empieza a divagar con historias de piratas. Y es que últimamente este tema se ha hablado mucho en los fondeos de Tailandia. El viento cae. Le damos al motor con fuerza para no perder velocidad. El barco sigue un rumbo parecido al nuestro. Avistamos otro barco al través de babor, muy lejos, pero también con rumbo hacia nosotros. La Sole ruge con fuerza, pero se acercan. Después de un tiempo que parece eterno, distinguimos con claridad a los barcos y sus tripulantes, y tenemos claro que nos están persiguiendo. Si al menos hiciera algo más de viento, tendríamos una opción. Opción que se desvanece cuando aparece un tercer barco que nos espera a un par de millas por la proa. Bajamos trapos y revoluciones porqué ya estamos totalmente atrapados. Siempre hemos creído (y así lo hemos hecho y nos ha ido bien) que es mejor negociar de una forma suave que enfrentarse con violencia. Poco a poco se van acercando todos. El primero en llegar se coloca por nuestro babor a escasos metros. Seis marineros altos, fuertes y negros nos observan desde su cubierta. Estamos muy asustados y no sabemos bien qué hacer. El otro barco se sitúa a estribor a un poco más de distancia y el tercero sigue en proa haciendo nuestro mismo rumbo. Por fin, uno de los muchachos levanta un hermoso atún listado mientras grita: change, change, tuna for alcohol or tabac … cambio atún por alcohol o tabaco. Otro levanta unos cocos. Es como desinflar un globo y la tensión contenida se libera de golpe. Bufff! Menudo susto. Ahora ya estamos en posición de negociar. Les enseñamos nuestras artes de pesca para indicarles que somos capaces de conseguir nuestro propio pescado, pero estamos tan aliviados que les regalamos tabaco a todos. Por suerte llevamos una gran cantidad de cigarrillos comprados en el duty free de Malasia, donde son muy baratos. Charlamos un rato con ellos y nos muestran sus mejores capturas del día: atunes amarillos de más de 100 kg. Nos explican que zarpan para cinco semanas en el mar y que ya les queda poco para volver a puerto, pero que en este tiempo han acabado las provisiones de a bordo y, claro, los vicios son lo que más se echa en falta. Por desgracia para ellos, esta vez no llevamos alcohol. Al final resultan ser muy simpáticos y alegres y les confesamos que nos han dado un susto de muerte, cosa que les divierte en cantidad. Nos vuelven a ofrecer pescado y quedamos en vernos en Galle. Los motores rugen y los barcos se separan, dispersándonos de nuevo en el mar. Recibimos la visita de 7 barcos más antes de llegar a puerto. Todos con la misma historia, pero ahora ya sin miedo.
Ya lo dice el refrán: más vale ser pobre arando que rico pescando. No quisiéramos vernos en esos barcos con tan pocos recursos y durante tantos días en alta mar. Esta frase nos la hemos dicho tantísimas veces a lo largo del viaje cuando vemos las pésimas condiciones en las que faenan la mayoría de pescadores del mundo: soledad, peligro, frío, humedad, las noches en vela, el olor del pescado, el sufrimiento por mantener a flote la embarcación, esa vida tan dura que es ser pescador.
Llegamos a Galle, uno de los tres únicos puertos autorizados para llegar en velero a Sri Lanka. Este país, recién salido de una guerra civil, está todavía muy militarizado y ejerce un estricto control sobre los veleros que lo visitamos. El Socarrao no puede moverse del amarre asignado, gratuito, aunque ya se lo cobran en las tasas de entrada al país. Es imprescindible contratar un agente para que haga el papeleo de entrada y salida del barco al país y el de la tripulación para entrar y salir del puerto por tierra, así como para gestionar cualquier cosa: compra de gasoil, reparaciones a efectuar fuera del puerto, compra de repuestos, pase de entrada para las visitas y cualquier cosa o persona que tenga que cruzar la barrera de acceso donde nos cachean cada vez que salimos y entramos.
La corrupción en las altas esferas y el abuso de poder son palpables a cada momento y esta manera de extorsionar al turista empieza a extenderse a la población. Aún y así, como pasa en todas partes y en todos tiempos, hay personas encantadoras con ganas de conocer y aprender del extranjero, así como de ofrecer y dar a conocer su rica cultura.
Las personas que conoces marcan la intensidad y la percepción de la estancia en esa comunidad. Una cierta facilidad para hacer amigos rápido condiciona la buena o mala experiencia que se va a recordar. Esta vez la suerte nos sonríe y conocemos a Pahan, uno de los conductores de tuk-tuk que cubren la zona portuaria. Este colectivo se ha organizado de manera que a cada velero recién llegado se le asigna un tuk-tuk para toda su estancia en Galle. Ellos saben que todos los veleros se quedarán al menos un mes, así que este sistema rotatorio evita conflictos en el sector. Y es que un conflicto, por leve que sea, es un gran agravio a las enseñanzas de Buda, pilar de su convivencia.
Buda visitó Sri Lanka. Eso determinó que ahora sea un país fervientemente budista. Donde mires, ves a Buda. La vida fluye alrededor de esta creencia.
Sólo hay otra cosa que influye más en la vida de estas gentes, el té y su cultivo. Pero no porqué lo tomen en exceso, si no porqué su exportación a los ingleses es una de las bases de su economía. En las fechas de la colonización británica se instauró el cultivo de esta planta para abastecer la costumbre sajona mundialmente conocida de las 5 de la tarde. Ya sabéis de qué hablamos. Desde entonces, poco han invertido estas empresas en mejorar las condiciones laborales y la maquinaria del sector. Muchas ONGs han denunciado la explotación de los trabajadores, mayoritariamente mujeres, y las pésimas condiciones laborales. Aunque las empresas nacionalicen parte del proceso para eludir las críticas, lo cierto es que las sedes directivas (y quienes en realidad obtienen el beneficio) continúan en Londres. Otra vez, ya sabéis de qué hablamos. 6 euros por recoger 20 kg de hojas. Maquinaria de procesado de hace dos siglos, en el campo todo a mano. Aunque como los locales no conocen otra cosa, todo se ajusta a esta economía, lo que hace de la antigua Ceilán un país relativamente barato.
Pahan nos hace el mini tour especial turistas con su tuk-tuk: a comprar piedras preciosas, a comprar tallas de madera, a comprar cremitas de aloe vera, masajitos con aceite de jazmín,…
Pero en seguida percibe nuestra mala sintonía. Después de una buena charla donde aclaramos ciertas cosas, nos enseña la auténtica Sri Lanka.
Nos lleva a conocer a sus amigos y a su familia. Compartimos con ellos una cosa tan simple como es el día a día.
Nos acerca al budismo, explicándonos sus costumbres, ritos y ceremonias.
Nos lleva al lugar donde se refugió del tsunami del 2004. Aquí la ola entró 4 km tierra adentro, devastando familias enteras. Como él dice, tuvo mucha suerte, sólo perdió bienes materiales, que fue todo, pero su familia resultó ilesa. Todavía se está recuperando económicamente, pues perdió su propio tuk-tuk y con él el trabajo, ahora paga un alquiler por utilizar el de otro. Cuando explica como el mar se retiró y quedó un momento la playa en seco, se le llenan los ojos de lágrimas. Mientras corría al lugar elevado más cercano, vio como el mar retornaba arrasándolo todo por completo, incluida la casa de sus padres. Por suerte en ese momento no había nadie.
Es inevitable que surja el tema del tsunami entre las gentes de todas las costas del sudeste asiático. Fue un antes y un después en la vida de todos.
hola amigos
que lindas vivencias que están llevando a cabo.
les mando un fuerte abrazo desde argentina
Sergio (viejo lobo III, Panama))
By: sergio on 17/10/2018
at 18:17